LOS ALMENDROS DE ALMARAZ
16 de marzo 2003


Fotos by Cucho


Vamos por el caminito
Un domingo por la mañana, a esas horas en que la gente de bien descansa plácidamente o hace cola en la churrería para ponerse hasta las orejas de chocolate con porras, un grupo de intrépidos mountainbikers decidieron juntarse en el Sillón de Doña Urraca para galopar entre almendros subidos en sus caballicos de acero y aluminio.

Sobre el papel no más de cuarenta kilómetros, una buena parte de ellos de asfalto. En teoría, una vuelta fácil. O al menos eso creían los pobres incautos, inconscientes de la que les esperaba.

El principio fue agradable...




Pero qué bonitos son los almendros en flor con los montes al fondo y la burra entre las piernas. Cuando uno acaba de salir se come el mundo, y más si la mañana tiene una temperatura tan agradable como aquella.

Fijaos en la cara de lozanía de los insignes pedalistas que conformaban aquella serpiente multicolor que recorría los caminillos.

¡Y no había barro!
Los almendros







Pocas cosas hay más fastidiosas que las averías mecánicas cuando uno va subidico en su burra. Yo creía que las MTB no pinchaban nunca con esas ruedas tan gordas y esos tacos tan prominentes. Y, como en casi todo en esta vida, me equivoqué. Además cuando uno va en grupo las probabilidades de que al menos uno pinche son increíblemente altas. Y, por si eso fuese poco, Murphy era un optimista. Pues bien, en el alto de la carretera de Almaraz, después de ir para adelante y para atrás y darnos un paseíco cerca de Guimaré, alguien pinchó. O, mejor dicho, su rueda.


Pinchazo

Paraícos

Estuvimos un buen rato parados allá arriba. Y, cuando quisimos mirar el reloj, eran las once de la mañana. ¡Pero si sólo iban 12 kilómetros y alguno habíamos salido de casa a eso de las nueve! En ese rato se hacen sin demasiado esfuerzo 50 en la de carretera. Así que los que estamos criando nos vinimos para casa. Uno sin rueda de repuesto y aparentemente perdiendo aire, y otro con un sillín bailón por no sé qué fallo de la tija.

Los demás aguerridos héroes continuaron la marcha, gracias a lo cual hoy podemos disfrutar de estas maravillosas fotos.


El Duero desde arriba


Y, lo que tenemos todos los bicicleteros, que protestamos porque las carreteras se ponen cuesta arriba. ¡Pero hay que ver lo bonito que se ve todo cuando uno está en lo alto de la montaña!

Aquí podemos ver al grupo de los esforzados exploradores que consiguieron llegar a lo más alto.

¡Gloria a los héroes!



En la ermita

El camino prosiguió, no sé muy bien cómo, hasta llegar a la ermita de San Pelayo (¿era este el nombre?) allá cerca de Almaraz de Duero, un pueblecito situado en un precioso rincón de la geografía zamorana al que se llega por una carretera llena de baches, o desde la nacional si tienes moral de subir una cuesta de esas que te das en las narices con la carretera.

Pero por caminos la cosa es muy diferente. Fijaos en la cara de felicidad de estos esforzados del barro cuando consiguieron alcanzar el objetivo.

No estarían así los de la resaca, no.

¿Esto es una ermita?
El Duero