AL PUENTE CEREZAL - 25 de mayo 2003

Fotos by Cucho


Lo primero de todo, montar las bicis. En eso todos somos pequeños expertos. Aunque, para lo que nos iba a servir... Quizás la vuelta con mayor número de averías por kilómetro de toda la historia.


Ya casi están. En este momento éramos conscientes de boquilla de que nos enfrentábamos a cuarenta difíciles kilómetros. Las horas de la verdad, una tras otra, vendrían más tarde.


Delante de nosotros, la inmensidad del embalse de Ricobayo y unos montes hasta entonces casi desconocidos. Suerte que me puse el maillot de las grandes gestas.

El que encuentre la tortuga en la foto de la derecha tiene premio (¡Que no! ¡Que no es ni Portales ni Fernando! ¡Mal pensadoooos!)




En un principio las cosas parecían ir con suavidad. Salvando que me había montado la rueda delantera al revés y había tenido que parar dos veces nada más salir, que seguro que ya había habido algún pinchazo, que... las cosas iban bien. Todavía las camisetas estaban secas.


Las fotos son sólo una aproximación a la realidad. En ellas no se aprecian los olores, sino solamente pequeños retazos de imágenes.

Aún así... ¡qué bonito!


Cabalgando por el camino como pecadores de la pradera


Pero no era tal. Íbamos entre escobas y jaras.


En el alto, esta preciosa vista. Como para quedarse mirando.


Y reflexionando...


Hasta que llegó el inefable pinchazo. Uno más. Y los móviles sin cobertura.


Arreglan más cuatro manos que dos. Y seis que cuatro, y ocho que seis, y...


Mientras algunos se afanaban en meter cámaras, otros nos volvíamos locos buscando cobertura.


Creo que a alguien se le ocurrió llamarlo obús. ¡Pero si es casi microscópico!


Como para no sentirse pecadores de la pradera. A estas alturas, Alberto ya cargaba con algo que no era suyo.


Y yo detrás, por si acaso se le caían las alforjas, que tenía la llave del coche dentro.


Este es Fernando con la bici más hidrófila que haya conocido (a excepción de la de Jorge, claro)


Cucho, nuestro fotógrafo oficial, con una bici que vale por siete como la mía.


Fernando está hecho todo un vadeador de puentes angostos.


Y nuestro intrépido fotógrafo no iba a ser menos.


Los demás pasamos como pudimos, y pronto nos reagrupamos.


En la plaza de Cerezal, y junto al potro, pusimos a las burras. Así todo quedaba en familia.


Este debe ser el Cerezal milenario. Pronto lo pondrán en los billetes de mil euros. Me acuerdo de uno de Tenerife, que al lado de este era una piltrafilla pero al parecer tenía más de mil años (como que iba a haber estado alguno junto a él para comprobarlo) que lo sacaron en los billetes de mil pelas. Así que, como este es más importante...








A estas alturas ya no sabíamos si teníamos las piernas del derechas o del revés, si habíamos pinchado una, dos o siete veces, si habíamos tenido menos o más de cuarenta averías cada uno, si las cuestas eran para arriba o para abajo...

¡Pero seguíamos!


Unos borricos (y Ángel, y Emilio, y Alberto)


Y, finalmente, el mundo a nuestros pies. Creo que esta fue la carretera en la que alguno se cayó de parado. Pero esa es otra historia.






THE END

Hasta la próxima