Delante de nosotros, la inmensidad del embalse de Ricobayo y
unos montes hasta entonces casi desconocidos. Suerte que me puse el
maillot de las grandes gestas.
El que encuentre la tortuga en la foto de la derecha tiene premio (¡Que
no! ¡Que no es ni Portales ni Fernando! ¡Mal pensadoooos!) |
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En un principio las cosas parecían ir con suavidad. Salvando
que me había montado la rueda delantera al revés y había tenido que parar
dos veces nada más salir, que seguro que ya había habido algún pinchazo,
que... las cosas iban bien. Todavía las camisetas estaban secas.
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Las fotos son sólo una aproximación a la realidad. En ellas no
se aprecian los olores, sino solamente pequeños retazos de imágenes.
Aún así... ¡qué bonito! |
Cabalgando por el camino como pecadores de la pradera
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Pero no era tal. Íbamos entre escobas y jaras.
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En el alto, esta preciosa vista. Como para quedarse
mirando.
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Y reflexionando...
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Hasta que llegó el inefable pinchazo. Uno más. Y los móviles
sin cobertura.
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Arreglan más cuatro manos que dos. Y seis que cuatro, y ocho
que seis, y...
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Mientras algunos se afanaban en meter cámaras, otros nos
volvíamos locos buscando cobertura.
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Creo que a alguien se le ocurrió llamarlo obús. ¡Pero si es
casi microscópico!
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Como para no sentirse pecadores de la pradera. A estas alturas,
Alberto ya cargaba con algo que no era suyo.
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Y yo detrás, por si acaso se le caían las alforjas, que tenía
la llave del coche dentro.
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Este es Fernando con la bici más hidrófila que haya conocido (a
excepción de la de Jorge, claro)
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Cucho, nuestro fotógrafo oficial, con una bici que vale por
siete como la mía.
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Fernando está hecho todo un vadeador de puentes
angostos.
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Y nuestro intrépido fotógrafo no iba a ser menos.
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Los demás pasamos como pudimos, y pronto nos
reagrupamos.
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En la plaza de Cerezal, y junto al potro, pusimos a las burras.
Así todo quedaba en familia.
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Este debe ser el Cerezal milenario. Pronto lo pondrán en los
billetes de mil euros. Me acuerdo de uno de Tenerife, que al lado de este
era una piltrafilla pero al parecer tenía más de mil años (como que iba a
haber estado alguno junto a él para comprobarlo) que lo sacaron en los
billetes de mil pelas. Así que, como este es más importante...
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A estas alturas ya no sabíamos si teníamos las piernas del derechas o
del revés, si habíamos pinchado una, dos o siete veces, si habíamos tenido
menos o más de cuarenta averías cada uno, si las cuestas eran para arriba
o para abajo...
¡Pero seguíamos! |
Unos borricos (y Ángel, y Emilio, y Alberto)
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Y, finalmente, el mundo a nuestros pies. Creo que esta fue la
carretera en la que alguno se cayó de parado. Pero esa es otra
historia.
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THE END
Hasta la
próxima |